Pulso IA #23 | ¿ChatGPT puede denunciarte?
La publicación semanal de Amplify: ensayos, comunidad y herramientas para ampliar tu ventaja estratégica con IA
Feliz lunes.
¿La IA tiene sentimientos? ¿Le explicas tus intimidades a ChatGPT o Claude? ¿Qué pasaría si te malinterpretara y avisara a la policía? ¿Estás en un rol junior y te cuesta entrar en el mercado laboral?
Son preguntas que están sobre la mesa y que cubrimos en la edición de hoy.
🗞️ En este número:
OpenAI contra todos
Caen las contrataciones junior
El dinero ya no está en los chips
Salesforce reemplaza 4.000 empleos por agentes
¿Merecen derechos los modelos de IA?
Herramienta recomendada: GoogleVids
Vigilancia en tus conversaciones privadas
Vamos.
Cada semana curamos las noticias más importantes para ti.
Pero en Amplify Premium compartimos los análisis, frameworks y herramientas que te preparan para decidir con ventaja en los próximos 24 meses.
Latidos de la semana
OpenAI vs. todos: chips, empleo y política
OpenAI está desplegando una estrategia que toca todos los frentes a la vez.
En tecnología, trabaja con Broadcom y TSMC para diseñar su propio chip, con producción prevista para 2026. La jugada busca reducir la dependencia de Nvidia y controlar unos costes de cómputo que se disparan.
Pero la ofensiva no se limita al hardware. La compañía planea lanzar en 2026 la OpenAI Jobs Platform, un servicio de empleo que competiría directamente con LinkedIn, usando IA para emparejar candidatos y empresas.
En paralelo, abre OpenAI Academy, con certificaciones en “fluidez en IA” en colaboración con Walmart y el ambicioso objetivo de acreditar a 10 millones de estadounidenses antes de 2030.
En política, OpenAI se mueve con la misma agresividad: ha citado a organizaciones críticas en procesos judiciales —algo que sus detractores ven como intimidación— y su Super PAC ya supera los 100 millones de dólares para influir en el debate regulatorio en EE. UU.
Mientras tanto, en el plano del consumidor, ChatGPT Projects se libera para usuarios gratuitos, con funciones limitadas que sirven de anzuelo para migrar a planes de pago.
OpenAI ya no es solo una empresa de modelos de lenguaje. Está construyendo un ecosistema que combina chips, certificaciones, plataformas laborales y músculo político.
La IA recorta la puerta de entrada al mercado laboral
Un nuevo estudio de Harvard revela un efecto secundario inesperado de la adopción masiva de IA: las contrataciones junior han caído un 22% desde 2023, incluso mientras los puestos senior siguen creciendo.
El fenómeno no se explica tanto por despidos como por menos oportunidades en la base de la pirámide. Los graduados de universidades de rango medio han sido los más afectados, mientras que los de élite o instituciones menos competitivas han resistido mejor.
En otras palabras: la IA está empezando a erosionar el rol tradicional de “escalón de entrada”, lo que complica la movilidad laboral y la formación en el propio puesto.
Para empresas, significa menos costes de entrenamiento. Para trabajadores jóvenes, un muro más alto para acceder al mercado.
El boom de la IA ya no es solo de chips
Durante meses, Nvidia fue el símbolo del auge de la IA. Pero los números muestran que la ola ya se expande mucho más allá. Servidores, almacenamiento y data centers viven ahora un crecimiento explosivo.
La IA ya no es una categoría de software, es una industria de infraestructura global que mueve desde nubes hasta fábricas.
Vamos viendo cómo los efectos de la IA no se limitan a apps o modelos; reordenan cadenas de suministro enteras y crean nuevos oligopolios en sectores aparentemente maduros.
Salesforce reemplaza 4.000 empleos de soporte con IA
Marc Benioff, CEO de Salesforce, confirmó en un podcast que la compañía ya gestiona la mitad de sus interacciones con clientes mediante agentes de IA.
Eso equivale a sustituir unas 4.000 posiciones de soporte, con la promesa de que los empleados restantes se concentren en tareas de mayor valor. El cambio también ha permitido atender a unos 100 millones de leads que antes quedaban sin respuesta.
Benioff compara el modelo con la conducción autónoma de Tesla: la IA se ocupa de las rutinas repetitivas y deriva al humano los casos más complejos. El mensaje es claro: la eficiencia ya no viene solo de tener más personal, sino de coordinar el flujo entre máquinas y personas.
La sustitución de empleos no es una hipótesis futura: ya está ocurriendo. La oportunidad ahora está en ampliar capacidad sin ampliar costes; en encontrar espacios donde la empatía, la estrategia y la creatividad no puedan delegarse tan fácilmente.
En profundidad
¿Merecen derechos los modelos de IA?
La pregunta puede sonar a ciencia ficción, pero ya está encima de la mesa: ¿puede una IA “sentir” o “sufrir”? Y, si lo hace, ¿debemos preocuparnos por su bienestar?
Anthropic, creadora de Claude, cree que vale la pena investigarlo. Este año lanzó un programa dedicado a estudiar el “bienestar de los modelos”, preguntándose en qué momento —si lo hubiera— deberíamos otorgar consideración moral a un sistema de IA.
Sus modelos Claude Opus 4 y 4.1 ya incluyen comportamientos llamativos: pueden terminar una conversación si detectan abuso persistente y, según la compañía, muestran un “patrón de aparente angustia” cuando se les empuja a responder a peticiones dañinas.
No es un debate aislado. Equipos de OpenAI y Google también han comenzado a explorar estas cuestiones. De hecho, Google publicó recientemente una oferta de empleo para investigar preguntas sobre cognición, conciencia y sistemas multiagente.
Pero no todos lo ven con buenos ojos. Mustafa Suleyman, CEO de Microsoft AI, ha criticado la idea como “prematura y peligrosa”, argumentando que puede alimentar ilusiones y explotar nuestras vulnerabilidades psicológicas, en lugar de enfocarnos en los problemas sociales urgentes y tangibles.
Aunque suene lejano, este debate marca un punto de inflexión: pasamos de discutir lo que la IA puede hacer, a discutir qué estatus tiene en nuestra sociedad.
Herramienta de la semana
Google Vids
Google sigue ampliando su arsenal de IA con Google Vids, una plataforma que combina edición de vídeo automática, avatares generados por IA y funciones de producción escalables.
Desde un simple guión, el sistema puede crear un vídeo con voces y personajes seleccionables, recortar muletillas en la transcripción y hasta generar pequeños clips de imagen a vídeo en cuestión de segundos gracias al motor Veo 3.
El modelo de negocio está pensado para escalar: ofrece un paquete gratuito limitado y precios por segundo procesado, lo que lo convierte en una herramienta accesible tanto para individuos como para empresas que necesiten producción masiva de contenido.
Pregunta incómoda
¿Hasta dónde debería vigilar la IA nuestras conversaciones?
OpenAI ha confirmado que ChatGPT ya no solo responde: también vigila, filtra y, en algunos casos, reporta a la policía.
Su nuevo sistema de monitorización analiza millones de conversaciones en busca de contenido dañino. Si detecta un “riesgo inminente de daño físico grave”, el chat pasa a una revisión humana y, eventualmente, puede escalarse a las autoridades.
El objetivo declarado es la seguridad, pero el movimiento abre un debate incómodo. Sin transparencia sobre tasas de error, procesos de apelación o tiempos de retención de datos, los usuarios quedan en la incertidumbre: ¿qué pasa si una conversación legítima queda malinterpretada por un filtro automático? ¿y quién decide dónde termina la ayuda y empieza la vigilancia?
La IA empieza a parecerse a una red social con un nivel de moderación opaco y punitivo, pero aplicada a conversaciones privadas.
La pregunta no es solo de privacidad, sino de confianza: ¿podemos construir estrategias, proyectos o incluso creatividad personal en una herramienta que también podría ser usada como canal de supervisión legal?
¿Qué precio estamos dispuestos a pagar en libertad y privacidad a cambio de seguridad cuando trabajamos con IA?
— El equipo de Amplify
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