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Punto de Inflexión | Fanáticos, puristas y estrategas

Punto de Inflexión | Fanáticos, puristas y estrategas

Tres formas de liderar (o destruir) con Inteligencia Artificial

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Roger
may 14, 2025
∙ De pago
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Punto de Inflexión | Fanáticos, puristas y estrategas
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Hace unas semanas, hablé con una diseñadora de producto senior que trabaja en una gran multinacional de bienes de salud e higiene.

Una de esas compañías mastodónticas con miles de empleados y marcas globales que sin duda conoces y consumes.

Me escribió: “No tiene ningún sentido lo que está haciendo mi empresa.”

La división europea había despedido al 90% del equipo de diseño de producto. De golpe.

De una docena de diseñadores a solo dos personas para más de 50 marcas.

Me explicó que el nuevo CEO había llegado hablando de la IA como de las sagradas escrituras. Decía que la IA lo puede hacer todo. Y solo con esta premisa había decidido cargarse a la mayoría del equipo.

La diseñadora me confesó que estaba muy descolocada por la ceguera de la dirección. Nadie había consultado a quienes saben cómo funcionan los procesos de diseño. Simplemente, se ejecutó un recorte masivo.

No ha salido cómo esperaban.

El departamento ha colapsado. Las más de 50 marcas están en pausa. Y lo que había sido un sistema funcional —con todos sus defectos— se ha tranformado en un cuello de botella sin solución inmediata.

Un desastre. Algo que parece inexplicable en una multinacional de esta dimensión.

Te acuso de usar la IA

En el otro extremo del espectro, últimamente se ha visto algo igualmente desconcertante: creativos que pierden trabajos por usar IA… o peor, por la sospecha de haberla usado.

Hace poco, una copywriter compartía en LinkedIn que su cliente había roto el contrato tras acusarla de entregar textos generados por IA. Sin pruebas.

Rápidamente empezaron a salir casos de copywriters que habían pasado por situaciones parecidas.

Para probar el trabajo a su cliente, uno se ofreció a grabar su pantalla mientras escribía, en tiempo real.

Otro entregó borradores con timestamps para demostrar autoría humana.

Nada funcionó.

La escena parece absurda, pero refleja un fenómeno real: la aparición de un nuevo tipo de sospecha creativa. Son las políticas contractuales de “zero-AI”. Como si el uso de una herramienta anulase automáticamente el valor del trabajo.

Hay ahí una ironía muy divertida. En un caso, se despide a un equipo entero porque la IA ya puede hacerlo. En el otro, se despide a un profesional porque podría haber usado IA.

Shopify representa un punto de equilibrio

En medio de este ruido hay organizaciones que empiezan a ensayar respuestas más sensatas.

Hace unas semanas, Tobi Lütke, el CEO de Shopify, anunció que solo contratarían para roles que la IA no pueda hacer.

La idea puede parecer provocadora. Pero en realidad no está hablando de reemplazar personas. Está hablando de redefinir el trabajo.

Lo interesante de este enfoque es que introduce una lógica distinta. En vez de asumir que la IA puede hacerlo todo o que la IA es una amenaza a evitar, Shopify plantea algo más estratégico: identificar, tarea por tarea, qué funciones deben transformarse, cuáles pueden ampliarse y cuáles deben protegerse como núcleo creativo o decisional.

La importancia, como decimos siempre, no está en la herramienta. Está en el marco mental con el que la usamos.

Esto nos pone frente a una situación nueva.

Porque tenemos que definir una forma nueva de entender el criterio y el trabajo que hacemos. Y ahí aparecen tres figuras.

La tríada de fanáticos, puristas y estrategas

Cuando llevas el tiempo suficiente analizando cómo distintas empresas están reaccionando a la irrupción de la IA —como hacemos en el programa AI First—, empiezas a ver patrones.

Y hemos visto tres arquetipos dominantes.

Los fanáticos

Son los conversos del nuevo evangelio. No cuestionan, no matizan, no prueban. Adoptan la IA como si fuera una verdad revelada. Cuanto más rápido lo automatices todo, mejor. Cuanto más gente puedas recortar, más visionario pareces.

¿El problema?

Que confunden facilidad con eficacia.

Y cuando llega el momento de entregar valor —no promesas, sino resultados reales— el sistema colapsa. Como en el caso del departamento de diseño.

Los puristas

En el lado opuesto están los que ven la IA como una amenaza directa a su oficio. Son los que se niegan a usarla, incluso cuando podría ayudarles a concentrarse en lo que de verdad importa. Tienen algo de nobleza, pero también algo de rigidez.

Ese es un problema grave. Porque si no te adaptas, el mercado no espera. Simplemente te arrolla.

Los estrategas

Y luego están los que no se dejan arrastrar ni por la fascinación ni por el miedo. Los que hacen preguntas incómodas antes de tomar decisiones:

  • ¿Qué tareas merecen ser automatizadas?

  • ¿Dónde puede la IA amplificar nuestro rendimiento humano?

  • ¿Y qué partes del proceso deben protegerse porque son el corazón de lo que hacemos?

Para los estrategas, la ventaja ya no está en producir más, sino en pensar mejor qué producir, con qué medios, y para qué fin.

Porque, si cualquiera puede generar, tener criterio es lo que te hace ganar. Y para ello tienes que saber dónde poner la IA a trabajar sin romper lo que funciona.

La pregunta, entonces, es: ¿qué posición nos blinda mejor para el futuro?


🔒 ¿Fanático, purista o estratega? Lo que viene ahora puede costarte —o salvar— tu equipo.

En la segunda parte revelamos:

  • Las trampas silenciosas que están vaciando de valor a equipos creativos sin que nadie lo note (y podrían estar afectándote).

  • El marco que usan los líderes que sí entienden la IA para decidir qué automatizar y qué proteger.

  • Los nuevos KPIs que están redefiniendo qué significa aportar valor en la era generativa.

Si no sabes ver estas señales a tiempo, podrías estar tomando decisiones que te cuesten talento, reputación y ventaja competitiva.

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